top of page
10_edited.jpg

Historia

Historia del Chalet Los Yayos

El chalet Los Yayos no es sólo una casa para mí, es mi lugar favorito en el mundo desde que era niña, donde me sentía feliz nada más llegar y donde podía admirar la naturaleza.

Historia: Sobre...

Los inicios, mi infancia, mis recuerdos

P6251769.JPG
Image_20250131_0419.jpg
Image_20250131_0113.jpg

Esta casa ha formado parte de mi familia desde que se construyó en 1970. Fue una de las primeras viviendas de la urbanización Nuevo Broto, que en aquella época era un proyecto moderno y lleno de ilusión. Mis abuelos fueron de los primeros en comprar y siempre me cuenta mi abuela cómo pasearon por aquellas calles recién trazadas para elegir la casa que más les gustara. Se fijó en la nuestra porque le encantaron los dos cuadrados de jardín en la entrada, una a cada lado del caminito que lleva a la puerta.
En aquellos años, mi madre y mis tíos todavía eran muy jóvenes y tengo fotos preciosas de ellos jugando en el jardín, por entonces vacío. En esa época, la casa no se llamaba “Chalet Los Yayos”, sino “Chalet Mariano Mur”, el nombre de mi abuelo.

​

Llevo viniendo a esta casa desde que nací. Recuerdo que cada año, en Semana Santa y en septiembre antes de la vuelta al colegio, veníamos unos días. Recuerdo la alegría que sentía al llegar. Paz, felicidad... no podía evitar sonreír. Soy de Zaragoza, una ciudad preciosa, pero sin montañas ni esa naturaleza tan espectacular. Por eso cuando iba me impresionaban tanto sus paisajes. Siempre dije que era mi lugar favorito.

 

Venir a la casa significaba además pasar tiempo con la familia. Tengo recuerdos muy felices con mis padres, mi hermana, mis abuelos y mis tíos. Me vienen a la memoria muchos momentos, como cuando jugaba con el perro de mis abuelos. O cuando jugábamos todos juntos en el jardín: al juego del “pañuelo”, a pillar, a la pelota... en la piscina, justando al baloncesto... O esas Semanas Santas en que nevaba mucho y nos lanzábamos bolas de nieve. También recuerdo especialmente los paseos con mi abuela, comentando lo bonitos que eran los jardines.

​

Cuando nos íbamos, me costaba muchísimo despedirme. Tenía la costumbre de decir adiós a todas las habitaciones y a todos los árboles. Muchos de esos árboles llevan nombres nuestros: el de mi hermana, los de mis primos, el mío… Aunque les tengo cariño a todos, hay uno muy especial: “Leoncio”, en honor a mi bisabuelo. Es el gran pino que está a la derecha de la casa. Lo plantaron siendo muy pequeño y durante años una de mis diversiones era compararme con él para ver cuánto habíamos crecido de una vez a otra. Al principio yo era más alta, pero un año Leoncio empezó a crecer más deprisa y pronto me sobrepasó y terminó convirtiéndose en el árbol majestuoso que es ahora. La verdad es que podría contar una historia detrás de casi cada árbol del jardín.

​

Mis abuelos decían que algún día, cuando fuesen muy mayores, tendrían que vender la casa, y eso me entristecía. Entonces decidí que sería yo quien la compraría algún día. El destino quiso que así fuera y he podido hacerlo junto con mi maravilloso marido. Cumplí el sueño que tenía de niña: mantener la casa en la familia :-)

Image_20250131_0466.jpg
290.jpg
Image_20250131_0068.jpg

Cuando compramos la casa, aunque me encantaba tal y como estaba, algunas cosas ya se habían quedado antiguas, así que decidimos reformarla. Al principio yo quería cambiar lo mínimo, no modificar la casa de mis recuerdos. Pero pronto entendí que la casa merecía mejorar y empezar una nueva etapa, que no fuese solo la continuación de mis recuerdos, sino también el comienzo de otros nuevos y hermosos con mi marido y mis hijos, para que ellos también la sintieran como suya.
Llegamos a un equilibrio: renovar la casa y hacerla más bonita y cómoda, pero preservando su esencia y manteniendo todo lo que pudiera conservarse.

​

Cambiamos el suelo de abajo, la calefacción, la electricidad, las ventanas, las puertas, los baños, la cocina y muchos muebles. Pero conservamos muchas cosas también: los muebles castellanos del salón y de un dormitorio, la mesa del comedor (que restauré yo misma), las lámparas, cuadros, muchos adornos… incluso algunos cuadros que mi hermana y yo pintamos de niñas. Aunque cambiamos las puertas, me empeñé en mantener las manillas. Las lijé y pinté yo misma. No podía quitarlas: ese sonido tan característico que hacen forma parte de la personalidad de la casa. Algo parecido me pasa con el suelo de arriba: quizá debería haberlo cambiado, pero perdería ese crujido tan especial que me trae tantos recuerdos.

​

También tiramos el tabique que separaba el pasillo de la cocina. Fue un gran cambio, pero entendí que la casa ganaba muchísimo así, y no me arrepiento: ha quedado genial. Eso sí, conservamos las baldosas que había en esa pared. Descubrimos que cada una de las primeras casas de la urbanización tenía un diseño distinto y original, así que esa baldosa era parte de la identidad de la casa. Las recolocamos en la pared donde está ahora la mesa del comedor… ¡y me encantan!

​

Tengo que decir que la reforma no la hicimos pensando en alquilar, sino pensando en nosotros y en cómo nos hacía sentir cada elección. Esta casa tiene mucho de nosotros y, sobre todo, es un homenaje a la familia, especialmente a mis abuelos, mis yayos.

​

Decidimos alquilarla cuando está libre, porque aunque vamos siempre que podemos, no podemos ir tanto como nos gustaría. Tenerla cerrada no tenía sentido, y alquilarla nos permite mantenerla en mejor estado.
Al principio tenía miedo: no sabía si a la gente le gustaría tanto como a mí ni si la tratarían con el cariño que merece. Pero he de decir que la mayoría lo hace. Y cuando me dicen que han estado muy a gusto y que la casa les ha hecho sentir bien, me hace muy feliz. Me alegra poder compartir esa felicidad que siempre me ha transmitido este lugar.

P8311363.JPG
20190421_192722.jpg
IMG_20191007_164117 2.jpg
IMG_20191007_164220.jpg

La reforma,
una nueva etapa

IMG-20180725-WA0011.jpg
IMG-20180725-WA0010.jpg
DSC00727.JPG
P8311355.JPG

¿Por qué "Chalet Los Yayos"?

¿Y por qué cambiamos el nombre? Como contaba antes, esta casa es un homenaje a mis yayos. Aunque me encanta el nombre de mi abuelo, nunca me pareció justo que el de mi abuela no apareciera. Además, cuando era niña, yo siempre decía que era “el chalet de los yayos”. Así que nos pareció natural llamarla así: Chalet Los Yayos.
Seguimos conservando el nombre de mi abuelo, por supuesto. Ahora adorna una mesita del salón, como recuerdo de sus orígenes.

  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn

©2020 by Chalet los yayos. Proudly created with Wix.com

bottom of page